lunes, 19 de diciembre de 2011

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Veía a un anciano, no muy alto, con pelo blanco y lentes redondos todas las noches a las 9.00 pm se paraba en una esquina, silbando, parecía que esperaba algo o a alguien, porque pasaba horas mirando a la gente pasar y en ocasiones se volteaba a mirar hacia atrás. Yo lo miraba, me sentaba a observarlo, me llamaba la atención, el hecho de pasar 3 horas en la misma esquina, sólo esperando, pero no sé qué.
Un día, decidí sentarme a mirarlo hasta que se fuera de esa esquina, pasaron horas y aún no se iba, aburrida prendí un cigarrillo para dejar pasar el tiempo, cuando miraba el humo y lo botaba lentamente, él se acercó y me dijo con una voz serena y temblorosa.
- ¿Qué está esperando Hijita?
Miré hacia arriba, no sabía que responderle, iba hacer muy perturbate para él saber que lo estaba observando. Así que le respondí que estaba dejando pasar la hora porque no quería estar en casa.
Se quedó callado, me miró y sonrió, me intrigaba saber que esperaba él así que decidí preguntarle.
- ¿Y usted qué espera?
Se le llenaron los ojos de lágrimas y con una voz cortante dijo:
- Estoy esperando a mi mujer ¿no la ha visto?, es alta, de pelo blanco y largo, con ojos claros. Me he puesto en esta esquina hace algunos días, llegaría a casa y nunca lo hizo. Yo, le tenía una sorpresa, llevarla a cenar, hace tiempo que no hacía eso y quería sorprenderla.
Quedé anonadada, ¿cómo su mujer no llegaría hace días? intenté pensar en algo rápido para ayudarlo, se veía calmado pero triste y eso me incomodaba, así que pensé la idea de llamar a un familiar de él o de su esposa, le comenté la idea y la acepto, así que le pedí su teléfono y le dije que llamara a alguien, pero él no tenía teléfono entonces le presté el mio, solo tenía un número grabado en su memoria, el de la hermana de su esposa, que vivía en un pueblo cerca de la ciudad, tal vez ella podría saber algo.
Llamamos, pero nadie contestó, le dije que esperara conmigo y llamaríamos después, entre tanto hablar de la historia de él y ella se fue la hora, ya eran las 12 am, así que decidí llamar, contestaron y le pasé el teléfono.

- ¿Aló, Teresa?
- Si, ¿Quién habla?
- Gaspar - levantó la voz
-¡Gaspar! Que milagro que has llamado, quería saber de ti, ¿cómo está?
- Viviendo. La llamé porque mi señora no ha vuelto hace días a la casa y la sigo esperando en la esquina, para invitarla a cenar.
- Ay Gaspar... tú ya lo sabes
- No, ¿Qué ocurrió?
- Tu esposa, murió hace días ya.

Vi como caía el teléfono hacia al suelo de sus manos, observe como su piel se ponía pálida y sus ojos rojizos, él ya lo sabía, siempre lo supo, pero nunca lo pudo aceptar y debido a eso todas las noches se arreglaba, se peinaba y perfumaba su ropa, para esperarla en aquella esquina y pasar aunque sea, un último día con ella.

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